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Escrito por Gety Pavez VIdal  
Jueves, 22 de Octubre de 2020 13:07
 Por Monserrat Duarte, jefa de operación social de Hogar de Cristo.
Justo cuando el país vive las consecuencias de un agitado 18 de octubre y nos preparamos para el plebiscito del 25 de octubre, como Hogar de Cristo necesitamos presencia en la  agenda mediática para lograr que el presupuesto de la Nación para 2021 contemple  entregar financiamiento por gastos extraordinarios a causa de la pandemia a las organizaciones de la sociedad civil que brindamos servicios socio sanitarios estratégicos a los más vulnerables.
La presión que ha generado la pandemia sobre nuestro presupuesto ha sido brutal. Por la imposibilidad de recaudación y de sumar nuevos socios en cuarentena, lo que ha implicado una baja en nuestros ingresos, y por un importante aumento en nuestros costos por los imprescindibles elementos de protección sanitaria que debemos solventar, los que son además una exigencia de funcionamiento. Por esto, hoy enfrentamos un déficit imprevisto, que pone en riesgo la sostenibilidad del Hogar de Cristo.
Aunque incomode, moleste o hastíe hablar de plata, el costo de proteger a los más excluidos en pandemia significa un incremento de 2.400 millones de pesos en nuestro presupuesto 2020 y, mientras no exista vacuna, deberemos mantener ese imprescindible desembolso, lo que implica que el año 2021 gastaremos 5.500 millones de pesos. Una cifra exorbitante que aún no sabemos cómo cubriremos. 
Tras conversar con autoridades de los Ministerios de Desarrollo Social y de Hacienda, así como con diversos parlamentarios, todos han parecido comprender y sensibilizarse con el tema, pero hasta ahora y en lo concreto no hay en sus presupuestos un ítem para solventar o  entregar directamente esos vitales elementos de protección personal necesarios para que el 2021, quienes trabajamos con los más vulnerables del país, podamos mantener a esa población de alto riesgo salvo.
El plazo para cerrar el presupuesto de la Nación vence el 30 de noviembre, y tememos que no considere a los más pobres y excluidos, a esos que en nuestros programas residenciales requieren la protección de una mascarilla, de un par de guantes, de alcohol gel, de sanitización de las instalaciones… Objetos que parecen elementales, sencillos, pero que sumados, son inabordables, si el Estado no se compromete con los más necesitados y en riesgo.